22.12.10

Feliz Navidad 2010

Desde Psico-logicas os deseamos unas felices fiestas y un venturoso 2011.

Aprovechamos también, la oportunidad para agradecer vuestra compañía durante este año, y esperamos seguir contando con vuestros valiosos comentarios y reflexiones para el próximo año nuevo.

Volvemos después de Reyes.

13.12.10

Racismo, xenofobia y otras distorsiones en el espejo.

El 28 de Noviembre España estaba atenta a los resultados de las elecciones catalanas.
Más allá de los factores políticos más específicos, de las preferencias particulares y de las condiciones generales, existía un interés que se centraba en qué pasaría con cierta agrupación que se sostenía en mensajes xenófobos.
Por supuesto que la xenofobia y el racismo no son un invento de ese partido. Existen y han existido en los más insospechados parajes y grupos humanos.
Siempre me ha parecido interesante indagar en los entramados de ese sentimiento, de ese razonamiento según el cual el otro, por razón de su diferencia, es menos valioso, menos humano, menos persona.
Y digo diferencia porque creo que esa es la base del discurso.
El otro, ya sea por razones de rasgos físicos, de religión, de cultura o de lugar de nacimiento, es distinto y eso lo convierte en inferior.
También en el caso del machismo, es esa diferencia la que sostiene la creencia de superiores e inferiores. Y ya conocemos las nefastas consecuencias de esa falta de equilibrio.
Estamos hablando, entonces, de un discurso desde el espejo, desde el narcisismo.
Según los lineamientos de ese orden de pensamiento, existe respeto al otro en la medida en que es como yo. Existe cercanía al otro en tanto similar a mí. En conclusión: respeto, cercanía y consideración sólo para y por mí.
Un discurso desde el ombligo. Centrado en sí mismo. Egocéntricamente escrito, donde los demás son meros reflejos en el espejo.
Se trata de un monólogo, nunca de un diálogo.
En el mito, Narciso está enamorado de su imagen en el espejo de agua. Nadie puede colarse en el espacio que cierran él y su reflejo. Nadie más existe. Nadie más tiene cabida.
Cuando el mundo está poblado únicamente por mí y los otros no son más que trozos de mí mismo, simples objetos de mi disfrute o de descarga de mi rabia, la violencia está servida.
El respeto es únicamente posible en un mundo habitado por múltiples sujetos. Diferentes, diversos, distintos, pero en igualdad de derecho en tanto personas.
Si nos tropezamos con un racista, con un xenófobo y no sentimos un estremecimiento, alegando un tranquilizador "soy blanco, soy de aquí, soy como él" perderemos un tiempo precioso que puede salvarnos. Porque en ese discurso desde el espejo, irrremediablemente en algún momento aparecerá la fisura, la diferencia. Y no habrá piedad.
Como decía el poema aquél que tanto se ha citado, distorsionado, copiado, y cuya autoría no se sabe si atribuir con certeza a Bertol Brecht o a Martin Niemöller:

"Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista.
Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío.
Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista.
Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante.
Luego vinieron por mí pero, para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada".

Un racista, un xenófobo, podrá comenzar por donde quiera, pero sin lugar a dudas, no tendrá frenos en su devastación.
Ojo.
Escrito por Esther Roperti.

7.12.10

Dos caras de una moneda

Dos noticias aparecidas en el diario “El País” del pasado domingo 5 de diciembre de 2010, una seguida inmediatamente de la otra, mostraban, una vez más, una realidad por todos conocida, aunque no por ello menos impactante: el ser humano es capaz, a través de sus actos, de alcanzar obras maravillosas y, al mismo tiempo, tiene la capacidad de llevar a cabo las acciones mas crueles y brutales.

La primera noticia nos cuenta la historia de Matt Jones. Este hombre joven y sano física y mentalmente, decide de manera altruista donar uno de sus riñones a una persona desconocida. A partir de esta acción, se genera lo que el diario titula “Una cadena de transplantes eterna”, según la cual un allegado a cada persona transplantada dentro de la serie se compromete a donar un riñón a otra persona desconocida que lo necesite. Después de 10 transplantes ninguna de las personas implicadas ha retrocedido en su decisión.

En la siguiente página del diario, la segunda noticia nos relata un hecho atroz cometido por una mujer joven, quien asesina a su propio hijo, oculta su crimen y el cadáver del niño. Ella continúa llevando una vida normal, cobrando además una prestación de ayuda familiar por ser madre soltera con hijo a cargo. Cuando, finalmente, es detenida por la policía y confiesa su crimen, no muestra ni un atisbo de arrepentimiento.

Explicar qué lleva a cada una de estas personas a realizar estos actos, resulta una tarea compleja. Habría que conocer la historia particular de cada uno de estos sujetos y, sobre todo, la forma en que, a partir de estas vivencias, cada quien organizó su propia subjetividad y construyó los vínculos con las otras personas.

Nuestra forma de ser y de estar en el mundo se enlaza inicialmente con las primeras figuras de afecto. En estas primeras relaciones, se edifican los modelos de identificación y de relación con los otros. Si estas primeras relaciones han resultado satisfactorias, en el sentido de saberse querido, de haber aprendido a tolerar y a manejar los límites y las frustraciones, de ponerse en el lugar del otro, de compartir, será más fácil establecer vínculos satisfactorios con el mundo que se abre fuera de la familia.

Las primeras experiencias con los pares son igualmente vitales para configurar la personalidad y para poder desarrollar la confianza necesaria para relacionarnos de manera sana y placentera con los demás. El altruismo, la solidaridad y la posibilidad de establecer relaciones de amistad y de pareja duraderas, tienen aquí su origen.

Cuando las vivencias subjetivas en nuestro mundo de relaciones no han sido positivas, las consecuencias a nivel psíquico son inevitables. Y se manifiestan asimismo de diversas formas: La desconfianza, el temor a relacionarse, el aislamiento, elecciones de amistad y pareja que siempre conducen al fracaso, la ausencia de compromiso, la falta total de empatía.

Los involucrados en la primera noticia construyen vínculos al hacer cadena, la mujer de la segunda noticia los destruye.


26.11.10

Juventud y violencia.

Cada edad, cada etapa de la vida tiene sus propios mitos, construidos desde fuera.
Mafalda, el excepcional personaje de Quino, se quejaba en una de sus viñetas de la equiparación entre niñez y torpeza que hacía cierta publicidad para ensalzar la sencillez de un producto: "¿y para insinuar que hasta las señoras torpes puede utilizarlas tienen que usarnos a nosotros?".
Es como si infancia y torpeza, entonces, fuesen sinónimos.
Con la juventud también parece haberse instalado otro mito: el de la violencia.
Hace unos días, la prensa recogía la noticia de cuatro policías municipales que habían agredido a un hombre en las vías del Metro Ligero de Madrid. Por supuesto que el hombre estaba cometiendo una irregularidad que merecía una intervención de la Ley, sin embargo, la respuesta no vino desde la legalidad, sino que saliéndose de todos los cuaces, se trasmutó en violencia.
La acción fue tan desproporcionada que los propios responsables del Metro Ligero, quienes habían llamado a la policía, se vieron en la necesidad de denunciar la agresión.
Los agentes han sido suspendidos. Acertadísima consecuencia.
Sin embargo, y aquí aparece el elemento que me impacta, el Jefe de la Policía Municipal atribuyó lo ocurrido a la juventud, agregando que los agentes implicados no son malos policías, sólo jóvenes.
Yo lo refuto.
No hay ninguna duda de que actuaron como malos policías. Una cosa es tener autoridad y otra muy lejana ser violento.
Pero además, la violencia no pertenece a la juventud.
Hay niños agresivos,  adolescentes agresivos, jóvenes agresivos,  adultos agresivos y ancianos agresivos. Basta pasearse por las noticias de violencia de género, por ejemplo, para constatarlo.
También hay niños pacíficos, adolescentes pacíficos, jóvenes pacíficos, adultos pacíficos y ancianos pacíficos. Por supuesto que sí y afortunadamente.
La violencia no es una etapa evolutiva. No se pasa con el tiempo.
Si se es violento en la infancia, en la adolescencia y en la juventud, se crecerá y se envejecerá siendo violento, al menos que se trabaje y se busquen medidas para el cambio.
Pero el primer paso para ahondar en posibles soluciones es reconocer la existencia de un problema.
La violencia, no hay dudas, más allá de la edad o de otras circunstancias, siempre lo es.
Escrito por Esther Roperti.

14.11.10

Madre de 10 años.

Hace unos días los medios de comunicación se escandalizaban con la noticia de la niña de 10 años que dió a luz en Cádiz.
Conozco de esta noticia sólo los retazos que se han publicado, y me sirvo de esos fragmentos para ahondar en ciertos aspectos que me parecen claves de la historia.
Algunos datos: La niña (Elena, sabemos que se llama) se crió en Bucarest con su abuela. La madre vivía en España, y aunque la visitaba algunas veces, era un referente más bien ausente.
Elena carecía de figura paterna y compartió su crianza con su primo, un poco mayor, también a cargo de la abuela, también él hijo de una madre lejana.
Luego, lo obvio: Elena y y su primo Gheorghe eran inseparables e iniciaron una relación que implicaba la sexualidad a escondidas. Elena quedó embarazada y la madre decidió que la niña diese a luz en España.
A continuación, el torbellino informativo, la implicación de la Fiscalía de Menores, la investigación...
¿Cómo se llega a este final? ¿Cómo una niña se interna en los terrenos de la sexualidad adulta tan pronto?
La experiencia clínica indica que sexualidad y amor son términos cercanos, que muchas veces se funden, se confunden, se sustituyen.
Cuando una niña o un niño se inica tan tempranamente en la actividad sexual, muchas veces está buscando afecto deseperadamente. Busca amor, apego, ser alguien para el otro, reconocerse en un otro. Y ese pasaje (suele ocurrir) pasa por la sexualidad.
Volvamos a Elena: los datos inciden en su carencia. Sin padre, sin madre (porque aunque estaba, estaba sólo de visita), con la compañía de ese primo-referente-amante que cada vez parece haber ído tomando más protagonismo.
Sí, había una abuela, es verdad, pero abuela no es madre y podemos suponer que tampoco tenía pleno acceso a ese rol porque la madre existía y aparecía a veces, señalando con sus idas y venidas la inminencia de su ausencia.
Las noticias revelan que la relación de Elena y Gherorghe ha terminado. Ella ahora está en España, él sigue en Rumanía.
La historia entonces se repite. La nueva pequeña, hija de la niña, crecerá sin su padre.
¿Qué sentirá Elena?
¿Cómo vivirá la separación de Gheorghe? porque su primo ha sido más que un primo, más que un amante, más que un marido. Parece haber sido su referente en el afecto.
¿Vivirá embelesada la ilusión de estar de nuevo con su madre?
¿Colocará en su bebé sus ansias de afecto?
Muchas preguntas. Inevitables cuando en la infancia amor y sexo se funden, se confunden, se sustituyen.
Escrito por Esther Roperti.

11.11.10

Relaciones vacías

El vacío y la soledad parecen los males de nuestra época, pero peor aun resultan los remedios que suelen utilizarse con la esperanza de paliar estas duras experiencias vitales. Así, por ejemplo, algunas personas intentan tapar una terrible sensación de vacío consumiendo cualquier cosa, desde los diversos artículos que ofrece el mercado hasta medicamentos o drogas, e incluso, y lo que es todavía más serio, hasta las propias relaciones interpersonales.

Tomar a los otros como bien de consumo implica considerar al otro como un objeto más y, por tanto, como objeto que es, carece de toda condición humana, no sufre, no siente, no padece. De tal suerte, aparecen sucesos atroces: apalear y quemar viva a una indigente en un cajero automático o matar a una compañera de clase para saber lo que se siente al hacerlo. No son argumentos de una película de terror, sino hechos que lamentablemente acontecen en nuestra realidad.

Otra forma de consumo y de vacuidad de las relaciones se puede apreciar en la proliferación de los llamados “sitios de encuentro”, “agencias matrimoniales” o “Contactos de sexo y aventuras eróticas”, ofrecidos en Internet. Lugares que sugieren una especie de menú donde cada quien puede encontrar “una pareja a la medida”.

¿Por qué son tan populares estos lugares de encuentro? ¿Por qué algunas personas optan por seiscientos “amigos” virtuales y no por amigos de carne y hueso? Una reflexión interesante, en este sentido, la propone el Sociólogo ZYGMUNT BAUMAN en su libro Amor líquido: “A diferencia de las ‘verdaderas relaciones’, las ‘relaciones virtuales’ son de fácil acceso y salida. Parecen sensatas e higiénicas, fáciles de usar y amistosas con el usuario…”.

Las relaciones interpersonales reales exigen, entre otras cosas, una mayor implicación, un compromiso. En algunas ocasiones, hay que ceder la propia satisfacción en aras del bienestar del otro. En otras, hay que negociar, no siempre todo marcha como quisiéramos.

Evidentemente, el poder mantener relaciones interpersonales positivas y enriquecedoras con los otros, requiere de una serie de recursos personales. Entre ellos, la posibilidad de contactar con las emociones propias para poder entonces comprender los sentimientos de otros.

En suma, la vía para enfrentarnos con nuestra soledad y nuestro vacío no pasa porque algo o alguien llenen ese espacio, sino por dar un sentido auténtico y real a nuestros vínculos y a nuestra existencia como sujetos.

3.11.10

Pastillas para todo.

La industria farmacéutica es poderosísima, eso es indudable.
Tiene en sus manos, muchas veces, la vida y la muerte.
En el caso del sida, por ejemplo, el uso de los antirretrovirales es una salvación. Pero es un tratamiento costoso, al que se puede acceder sólo en ciertos medios y lugares, mientras que en otros, la población agoniza por circunstancias económicas adversas.
Hay muchas enfermedades que pasan, necesariamente, por la medicación como cura. Y con la producción, distribución y venta de estos tratamientos (para la diábetes, para la hipertensión, para el hipotiroidismo, para las cardiopatías, para los síntomas psicóticos, etc.) los laboratorios ya están suficientemente enriquecidos.
No obstante, la industria farmacéutica no se conforma, así que amplía cada vez más su campo de acción.
Basta hacer un ejercicio: escríbase en google "medicamentos para" y permítase que el programa complete la frase: la lista se multiplica, existen medicamentos para todo: adelgazar, dormir, ansiedad.
Un segundo ejercicio, complétese la frase con lo más surrealista: para mejorar la autoestima, por ejemplo, y ahí aparecen los antidepresivos.
Para se más inteligente, y encontramos los estimulantes del sistema nervioso central.
Para la timidez, otra vez los antidepresivos.
Para el duelo, para la separación, para el divorcio, para ser feliz...
Para cada escena de la vida, la industria farmacéutica ha patentado un producto que paliará las consecuencias de estar vivo.
Pero no es sólo el dinero, es también el poder.
Por eso la subjetividad en nuestros días no está de moda. Por eso cada vez hay más publicidad dedicada a promocionar productos para los usos más dispares, como dejar de fumar o acabar con el hábito de comerse las uñas, que cierra con el consabido cartel de "este producto es un medicamento".
Cuando se asiste a una psicoterapia y el terapueta, en vez de mandarnos prozac, o lexatín, o anafranil, o rivotril, se empeña en escuchar nuestra queja, en hacernos hablar sobre esa muerte que hemos padecido, o sobre las pesadillas que nos agobian, o sobre esa tristeza que nos acompaña, está actuando contra corriente. No le procura a la poderosa empresa farmacéutica un sólo euro.
Claro que el que sale ganado es el paciente.
Será un tratamiento más largo, porque un duelo normal, por ejemplo, tiene una duración media de dos años. Pero será sin lugar a dudas, más eficaz y respetuoso.
Es como con las medidas para adelgazar: es más fácil tomar pastillas y seguir comiendo. Pero en el fondo, todos sabemos que para bajar de peso nada más efectivo que la vieja receta: dieta y ejercicios.
La medicación para el padecimiento emocional, entonces, algodona, alivia, anestesia el dolor. No lo resuelve.
Aunque la industria farmacéutica se empeñe en demostrar lo contrario, la única manera de superar el padecimiento es hacerse cargo de él, trabajarlo y elaborarlo en psicoterapia. 

31.10.10

El niño y su síntoma

En la última publicación de INFOCOPONLINE se dedican varios artículos a un tema de suma importancia: la salud psicológica en la infancia y la adolescencia. En general, se cuestionan los tratamientos exclusivamente farmacológicos y se destacan los beneficios que la terapia aporta tanto a los niños como a sus padres en lo que se refiere al alivio del sufrimiento psicológico.

Comprender los alcances del malestar psicológico, como ya he comentado en otras oportunidades, a veces parece complicado. En el caso de los adultos, se suele asumir que detrás del conflicto padecido se esconde una falta de madurez o de fortaleza de la persona sufriente para afrontar los dilemas de la vida diaria. En lo que toca a los niños, en muchas ocasiones, pareciera que los adultos que los rodean los consideran incapaces de razonar. Se habla de ellos como si no estuvieran presentes “porque no entienden” o no se les explica lo que sucede o se les miente para que no sufran. Sin embargo, los niños, incluso los más pequeños, sí escuchan y sí entienden que algo va mal aunque no logren explicar qué es lo que piensan o sienten.

Muchas de las manifestaciones sintomáticas de los niños: enuresis, intranquilidad, mal comportamiento, falta de motivación escolar, fobias, encubren un conflicto sobre lo que el niño no puede dar cuenta directamente. Por este motivo, como sucede con los adultos, la medicación lo que hace es apaciguar el síntoma, en el mejor de los casos, pero sin resolver, obviamente, lo que está detrás del malestar, el origen del problema.

Como en el caso del adulto, el escuchar qué es lo que quiere decir un niño con su síntoma, es el punto de partida del proceso psicoterapéutico. Un proceso que tiene su propia dinámica, pero que se sostiene en el hecho de que también el niño que viene a nuestra consulta es un sujeto particular y, por lo tanto, hay que tratar caso por caso, develando así el punto que, aunque parezca aliviado, tiende a encubrir la medicación.

22.10.10

Los hijos de la violencia

La violencia siempre es noticia.
Compañera inseparable de nuestros días en sus múltiples presentaciones y contextos, la violencia llena páginas de periódicos y largos espacios en los telediarios.
Hace unos días se publicaban los datos, siempre alarmantes, de la violencia de género en España, pero en esta ocasión a la realidad se le daba un giro interesante con un cambio en el punto de mira: En vez de enfocar a la mujer (víctima habitual),  se hacía un primer plano de los hijos.
Las cifras abruman.
200.000 menores son hijos de madres protegidas por órdenes de alejamiento.
800.000 niños presencian escenas de violencia en sus hogares.
Y lo más incoherente, sólo el 4% de estos pequeños recibe atención especializada.
Ser espectador de situaciones violentas produce mútiples heridas. Algunas de ellas son viejas conocidas: ansiedad, depresión, fracaso escolar, problemas de autoestima, condena a repetir en el futuro un patrón de maltrato en la relación de pareja.
Pero me interesa dar otra vuelta de tuerca y mirar un aspecto que la clínica devela.
No existe experiencia infantil más aterradora que presenciar el dolor de la madre, ver su sufrimiento, sus lágirmas, sus cicatrices, sus golpes, a fin de cuentas, temer su muerte. Porque la madre es dadora de vida, la primera figura de apego, y estar en riesgo de perderla es una situación pesadillesca. 
Cuando alguien presencia esas lesiones está al borde del precipicio y queda vendido, condenado a ocuparse de ella, a querer salvarla, desenfocándose.
Entonces la madre, que ya de por sí tiene un peso especial en el psiquismo, queda impregnada de una imagen fantaseada en la que el niño se instala como redentor, y aunque el tiempo pase, y se trate ya de un adulto, ese niño (o niña) vivirá para la madre, por la madre, por encima de para sí mismo.
Muchas patologías, como el masoquismo, y diferentes problemáticas como el repetir relaciones en las que siempre se es el sufriente, o estilos en los que el fracaso es compañero inseparable, comparten una historia común: Escenas de violencia contra la madre, sensación inminente de pérdida y desamparo, y consecuentemente, borramiento del sujeto y coronación  de la madre como centro del psiquismo.
Que sólo el 4% de los niños afectados reciba atención especializada, que una ínfima parte del total de pequeñas víctimas (estas sí, absolutamente indefensas), puedan elaborar sus miedos y volver a colocar el foco sobre sí mismos, debe aterrarnos, porque las consecuencias psíquicas de la violencia son imparables y recorren múltiples caminos.  

17.10.10

UN MUNDO FELIZ

Tomo prestado el título de la inquietante novela de Aldoux Huxley y también el argumento sobre el que gira la excelente película “El show de Truman” de Peter Weir, para iniciar mi reflexión sobre algunos elementos que en estas dos obras nos hablan de lo más genuino del ser humano: su individualidad y, en el caso de la novela, de la imposibilidad de anular, a través del riguroso control cultural, el mundo pulsional que nos es propio.

El núcleo central de ambos universos se inicia con la construcción de un mundo totalmente controlado, donde un gran Otro con su omnipotencia es capaz de determinar las condiciones que él considera ideales para que un sujeto viva: “yo te ofrezco el mismo mundo que está afuera, las mismas vivencias, las mismas mentiras, pero sin que tengas nada que temer” le dice el “creador” del programa televisivo a Truman para persuadirlo de que no abandone ese mundo que él ha producido, y en el que la “felicidad” del “protagonista” pareciera estar garantizada (hasta es posible resucitar a los seres queridos fallecidos).

Sí fuese así, ¿por qué Truman decide irse? ¿Qué es lo que este mundo perfecto no le ofrece? La respuesta está, sin duda, en la imposibilidad para escoger, de hacer una elección que hable de su deseo, de encontrar eso que para cada quien es único.

Descubrir y hacer operar ese elemento de nuestra particularidad es lo que se busca con el trabajo psicoanalítico. Por ello, el psicoterapeuta no se coloca nunca en el lugar de un gran Otro todopoderoso que con su decir y su hacer ofrece a un sujeto condiciones ideales, marcándole así las pautas de cómo debe vivir y de qué es lo que más le conviene. Es por esta razón que más que respuestas lo que más surge en el proceso terapéutico son preguntas, y lo que se ofrece es la guía para que cada quien encuentre las claves ocultas tras el motivo que lo trae o la trae hasta nuestra consulta.

Esta misma reflexión es la que se propone a los padres en lo que tiene que ver con la relación con sus hijos. Los niños no son seres a los que podamos moldear a nuestra imagen y semejanza. Como dice la canción de Serrat, “a menudo se nos parecen”, pero ellos harán sus propias elecciones aunque no sean las que nosotros hubiéramos querido. Podemos pretender, así como el autodenominado “creador” del mundo de Truman, fabricar una burbuja donde crezcan sin contrariedades y sin enfrentar ninguna dificultad, pero entonces cabría preguntarse si los estaríamos preparando para hacer frente al mundo real. Como padres, no tenemos todas las respuestas. Mejor, porque como dice el dicho, “no se trata de darles todos los peces, sino de enseñarlos a pescar”.

Volviendo al proceso psicoterapéutico, y como ya hemos apuntado en otras ocasiones, es difícil aceptar que las respuestas no están del lado del terapeuta. Esto genera cierta angustia, pero esta angustia es el motor para buscar las repuestas. Ciertamente es peor el sufrimiento que nos trasmiten algunos pacientes que asisten a consulta, cuando descubren que, como Truman, están atrapados en un mundo que alguien parece haber construido para ellos, cuando se dan cuenta que se han pasado la vida intentando complacer lo que han confundido con el deseo del Otro (hállese encarnado en padres, pareja, amigos, jefes, etc.). Y tras ello, la amarga sensación de que finalmente no saben qué es lo que quieren para sí mismos, produciéndose el vacío, el sin sentido de la propia vida. Toca, así como lo hizo el protagonista de la película, dar el paso para encontrar ese sentido, ese deseo, esa particularidad que es nuestra esencia.

10.10.10

De cómo la ficción es sólo eso: Ficción.

Estos días leía en un periódico gratuito acerca de la famosa serie de televisión "Con ocho basta". El artículo hacía un recorrido por la vida posterior de los protagonistas, señalando la combinación de alcohol,  problemas con la justicia, bulimia, drogas y hasta sobredosis que han sido claves en el acaecer de muchos de ellos.
Recuerdo que la serie, que duró desde 1977 hasta 1981, era la típica producción televisiva en la que se mostraba  a una familia haciendo las cosas bien. Todo, cualquier clase de problema, se podía resolver con la mezcla de amor, comprensión, comunicación y solidaridad que se respiraba en aquella casa.
Es cierto que la ficción y la realidad pertenecen a universos distintos. Sería ingenuo pensar que los actores deberían ser en la vida real reflejo de sus papeles. Y esta diferencia, esta distancia, me hace reflexionar en relación al sentido de ciertas prácticas de nuestro mundo actual.
Está claro que los protagonistas de "Con ocho basta" se leyeron sus guiones, los ensayaron y se metieron en la piel de unos personajes durante varios años. Y está claro que eso sólo sirvió para la empresa televisiva. Para ellos, en lo personal, no hubo consecuencias.
Hay diversas prácticas usuales que podrían repetir esta situación. Por ejemplo, los talleres de habilidades sociales o de resolución de conflictos, o los gupos de apoyo, o los libros de autoayuda. Es fácil que se conviertan en guiones de cómo hacer bien las cosas, y aunque estén nítidamente explicados y sean claros y hasta se ensayen, pasen a formar parte de un espacio de actuación. Que se queden en la superficie, incapaces de atajar lo importante cuando hay un problema real.
Por supuesto que estas prácticas pueden ser útiles, pero son a todas luces limitadas.
Un verdadero problema (como el abuso de alcohol o drogas o la tendencia a contravenir la justicia) requieren una intervención más profunda. Individual. Continuada. Para que la ficción no pretenda ser realidad y la realidad no quede comprometida. 

8.10.10

Envejecimiento y memoria


Recientemente, en algunos talleres de memoria que vengo realizando con personas mayores sin deterioro cognitivo, me han llamado la atención algunas cosas. La primera es que ciertamente las personas mayores perciben que con los años la memoria les parece funcionar peor que cuando eran más jóvenes. No obstante, cuando trabajamos un poco más en el taller, suelen percatarse de que realmente los deslices de la memoria a corto plazo no difieren mucho de los que cometen las personas más jóvenes.

Al intentar encontrar las razones que pueden propiciar estas dificultades en la memoria, lo primero que suelen mencionar es la falta de ejercitación de los procesos asociados con la memoria. Así, la jubilación en muchos casos, las pérdidas funcionales asociadas al envejecimiento tales como la disminución de la visión o de la capacidad auditiva y la presencia de enfermedades incapacitantes como la artritis, se constituyen en un freno para la práctica habitual de algunas tareas que exigen el uso de la memoria y de las funciones asociadas a esta.

Cuando ahondamos un poco más, vemos que detrás de las pérdidas funcionales que mencionamos, aparecen otras vivencias como la profunda sensación de haber dejado de ser útiles y, en el peor de los casos, de ser más bien un estorbo para los demás.

La soledad, las múltiples pérdidas afectivas que suelen acompañar la vejez, la sensación de estar sobrando y la enorme tristeza derivada de estas experiencias parecen contribuir sin duda a que se produzcan dificultades con la memoria. Es cierto que la estimulación a través de los ejercicios favorece el desempeño cognitivo, pero es preciso resaltar el elemento catalizador potente en que se convierte la relación humana que se establece entre todos los que trabajamos en el taller.

La compañía, la solidaridad, el afecto y la valoración por el esfuerzo que realizan los participantes son claves fundamentales en la mejoría de sus habilidades cognitivas.

Los ancianos son muestra viviente de la conocida expresión “recordar es vivir”. En este sentido, recuerdan perfectamente lo que han construido, lo que ha dado un sentido a sus vidas. Las personas mayores se recrean en esto, el presente parece tener poco que ofrecer y ello provoca la pérdida de motivación para realizar el esfuerzo de recordar.

28.9.10

"También el pueblo... qué vocación de timbre".

Mafalda, el genial personaje creado por Quino, en una de sus viñetas le explica a su amiga Susanita la problemática del país: "Viene un gobierno y oprime al pueblo; viene otro gobierno y oprime al pueblo" a lo que Susanita responde "También el pueblo...qué vocación de timbre, no?
Esta tira siempre me ha parecido de las más acertadas del dibujante argentino, porque incide directamente sobre una visión que se suele  obviar: nuestra propia responsabilidad sobre nuestro destino.
En psicoanálisis existe también un término para este hecho, "Alma bella", que hace referencia a la tendencia a no ver cómo construimos aquello que luego nos ocurre.
En un post anterior hablábamos también de este tema (me refiero a "La llave de la felicidad", escrito por Marisol Valado), y en facebook un lector atento comentó la publicación con una cita de Borges "Te ves ahora centro del laberinto que tramaron tus pasos".
A veces la gente toca la puerta de un psicoterapeuta para quejarse, desahogarse y descargar su tristeza por las cosas que le ocurren en la vida. Y hay psicoterapeutas que se limitan a escuchar la queja o dirigen sus intervenciones a apoyar ante el sufrimiento. Un remanso de calma para coger fuerzas y seguir aguantando los mismos sinsabores.
Otros psicoterapeutas intentamos plantear el tema desde una nueva perspectiva, incidiendo en el papel activo que cada uno tenemos sobre nuestro quehacer vital. Esta segunda visión a lo mejor es más áspera, pero sin lugar a dudas obliga a adueñarse del papel protagónica perdido.
Las preguntas deben plantearse en primera persona: ¿por qué siempre acabo siendo maltratada?, ¿por qué siempre escojo gente que me traicionará?, ¿por qué me suele pasar que elijo hombres que me abandonan?, ¿por qué de nuevo busco una mujer fría, que no colma mi necesidad de amor?.
Es decir, si sólo se culpa a los gobiernos (como en la viñeta de Mafalda) estamos hechos de un material sin peso, sin consistencia. Es necesario revisar la vocación de timbre (o cualquier otra vocación que suene a oráculo).

24.9.10

La llave de la felicidad



Viñeta tomada de Quino "Todo Mafalda"
Racionalmente, siempre solemos pensar que la gente intenta procurarse aquello que le proporciona bienestar, y que por tanto, esta supuesta “tendencia natural” en la vida estaría dirigida a que las personas se apartaran de aquellas situaciones que les pudieran ocasionar sufrimiento. Estar bien y ser felices pareciera ser el objetivo que guía nuestras vidas y al que conscientemente todos aspiramos.
Por eso resulta sumamente difícil darse cuenta y aceptar que muchas veces son nuestras propias elecciones y las posiciones que solemos adoptar en la vida lo que nos lleva, justamente, en el sentido contrario. En el discurso de las personas que asisten a terapia y en el de las personas que hablan y cuentan sus malestares a amigos o familiares cercanos, escuchamos como lugar común expresiones como éstas: “No se por que sigo con ella (o él) si siempre estamos peleando”, “Todo iba bien, pero no se que pasa que siempre sucede algo que me obliga a romper”. “Yo no puedo hacer nada, es mi carácter, yo soy así, es él (o ella) quien tiene que ver que hacer”. “Se que esto va a terminar mal, pero no puedo hacer nada”. “Pareciera que algo hace que siempre elija lo peor”. “Me tocó, la vida es así y no se puede hacer nada”
Todas estas expresiones tienen como denominadores comunes tanto el desconocimiento del por qué se está en esa situación como la tendencia prácticamente irrefrenable a repetir la misma experiencia con diferentes personas y en distintas circunstancias. Y como elemento corolario, la convicción de que no hay nada que se pueda hacer con eso, la sensación de que resultará imposible lograr algún cambio.
En consecuencia, lo que ocurre viene a ser producto de una suerte del destino y son los otros o las condiciones las que deben cambiar para que podamos ser felices. En esta posición, lamentablemente, se pueden pasar muchos años de la vida, hasta que en el mejor de los casos la constante repetición del malestar mueve a buscar ayuda tras preguntarse "qué será lo que pasa conmigo, que haga lo que haga termino siempre sufriendo".
Evidentemente, la terapia psicológica como ayuda no es, desde ningún punto de vista, una especie de receta que se pueda aplicar indistintamente a todo el mundo y por tanto no implica una respuesta unívoca. Es, por el contrario, un proceso que implica, en primer lugar, tomar consciencia de que se tiene un problema del que se es responsable, a partir de lo cual se impone un arduo trabajo personal (aunque en todo momento esté guiado), en el que al final de cuentas queda en manos de cada uno abrir la posibilidad para encontrar la propia llave de la felicidad.

18.9.10

De espaldas.

Una madre grita frente a una tienda de chinos. Insulta, llora, amenaza. Culpa, con toda la fuerza de su desesperación a los chinos de su desgracia: "Si mi hija se muere será vuestra culpa".
Son las 11 de la noche de este miércoles y la historia sigue al otro lado de la calle. Una ambulancia, un grupo de chavales, una adolescente de 13 años que está siendo atendida por un shock etílico.
La madre sigue gritando y un señor trata de tranquilizarla "No se preocupe, ya los denuncié a la policía".
La historia es simple: La chica, con su grupo, ha estado bebiendo en la calle hasta caer inconsciente. Los chinos les han vendido alcohol pese a ser menores de edad. Por supuesto que han cometido una ilegalidad: Por ley está progibido el suministro de bebidas alcohólicas a menores.
Pero en el fondo la historia no es tan sencilla ¿Son los chinos los verdaderos, únicos culpables del desastre?
Para sufrir un shock etílico la cantidad de alcohol ingerida tiene que se considerable. Y eso lleva su tiempo.
Uno se pregunta ¿Y dónde estaba la madre, y el padre, y los otros adultos responsables de la chica, mientras ella bebía? ¿Qué hacían mientras, a las 11 de la noche de un día de semana, ella estaba en la calle bebiendo? 
La escena parece un símbolo: Mientras la chica es atendida en la ambulancia, la madre no está con ella. Permanece unos edificios más allá, de espaldas a su hija, culpando a otros del problema.
En un sinfín de situaciones esa parece ser la actitud de muchos padres: Si el chico tiene conflictos es culpa de los amigos. Si va mal en el instituto es culpa de los profesores. Si comete ilegalidades es culpa del novio (o de la novia). Siempre de espaldas.
Seguramente este dar la espalda es no sólo la respuesta  al problema. Es también la causa.

4.9.10

Poniendo en duda la normalidad

Muchas veces descubrimos que hay cosas que damos por buenas, que no cuestionamos, simplemente por desconocimiento de otras alternativas.
Quizás el ejemplo más claro es el del viaje.
Cuando se llega a tierras extrañas, cuando se conocen otros destinos, suele darse un proceso en el que, por primera vez, se pone en duda la normalidad de aquello que había constituido la forma de entender el mundo.
Entonces,  la manera única de mirar las cosas, llámese forma de vestir, o de comer, o de entender la cotidianeidad, o de relacionarse, o de pasear por la calle, de pronto se transforma en una mera posibilidad, una opción que puede seguir repitiéndose o sustituirse.
En cualquier situación vital, el acto de salir y toparse con otras personas, otros estilos, otros esquemas, obliga al surgimiento de la duda, a la interrogante.
El viaje psicoterapéutico se sostiene en el mismo principio.
Es un espacio de cuestionamientos donde aquello que uno nunca antes se había preguntado, o planteado, o pensado siquiera, puede cuestionarse.
El modelo que sostiene la comprensión de la vida, ese esquema predeterminado y que entendemos como lo normal, se construye en la infancia, en el primer hogar, con los primeros referentes.
Llegamos al mundo con un diccionario cerrado, en el que cada entrada está escrita y definida.
Así comida es lo que se come en casa.
Hombre es papá y toda persona que comparta sus rasgos sexuales.
Mujer es mamá y cualquier otra que sea como ella.
Relación de pareja es lo que papá y mamá comparten.
Sobre esas definiciones no hay cuestionamientos. Pero llega un momento en el que aparece el deseo del viaje, de explorar otras opciones.
En la psicoterapia, una parte del esfuerzo tiene que encaminerase a borrar las definiciones, para luego reescribirlas.
Así comida es no sólamente lo que se come en casa, sino cualquier objeto alimentario que se define principalmente por el gusto.
Relación de pareja es un lugar de encuentro que puede tener infinidad de formas.
En la construcción del esquema de comprensión de la realidad, más que las respuestas, lo importante son las preguntas.

2.8.10

Vacaciones de Verano


Esperamos que disfruteis este descanso veraniego, seguiremos con vosotros en septiembre.


Esther, Carolina y Marisol.

27.7.10

Psicoterapia vs verano

Una constante en el trabajo psicoterapéutico es la caída de la consulta ante la llegada del verano.
Lo mismo ocurre con las citas médicas: ya después del verano se verá a qué se debe ese dolor, esa fatiga, o se hará la analítica que nos aconsejó el doctor.
El verano es época de euforia, de decanso, de cerrar cosas, de olvidarse por unos días de la cotidianidad.
De ahí que también con los problemas emocionales se recurra al mismo mecanismo de la posposición.
Muchas veces, sin embargo, más que posponer, (algo que es explicable por el largo año de trabajo y esfuerzo) existe la idea de que con las vacaciones se resolverán mágicamente las problemáticas que un día nos llevaron a tocar la puerta de un psicoterapeuta. Es entonces cuando el período vacacional se vive como una "cura" de los malestares.
Pero por supuesto, como siempre, la realidad termina imponiéndose: resulta que no es nuestra casa de siempre la culpable del insomnio; ni el estrés del trabajo la causa de las dificultades de pareja; ni el aburrimiento de la rutina la productora de la depresión.
El malestar viaja con nosotros, conoce desde nuestros ojos los nuevos paisajes, sube y baja de aviones y trenes, recibe baños de sol y mar. Y persiste.
Si fuese real esa fantasía mágica, la psicoterapia simplemente aconsejaría mudarse, viajar, distraerse, ir al cine y al teatro.
Pero la solución no está ahí. Está en nuestro interior, y es en el trabajo con esa interioridad cuando la mejoría alumbrará en nosotros.
Por eso al acabar el verano las consultas vuelven a llenarse.

23.7.10

Responsabilidad Subjetiva

“De nuestra posición de sujeto –dice Lacan- somos siempre responsables, sin excepción”.

Darse cuenta de lo que esta afirmación implica para cada quien y comprender la magnitud de su importancia para producir un cambio subjetivo real es una de las tareas más difíciles que se le presentan a una persona cuando transita un proceso psicoterapéutico.

Usualmente, de entrada, una persona se presenta al psicólogo con una queja. Así, lo primero que se suele escuchar en las sesiones de psicoterapia tiene que ver con lo terribles que son los otros, con aquello que hace sufrir al paciente en su relación con los demás, con la sensación de que pareciera que siempre lo elegido es lo peor. Se tiende a considerar que la causa de lo que nos sucede o acontece está siempre afuera.

Durante el proceso psicoterapéutico se comienza a entender por qué sufrimos. Se descubre qué de nuestra historia personal ha incidido en nuestra forma de establecer relaciones con los otros. Se perfila el tramado de las elecciones que hemos hecho hasta el momento y va quedando claro cómo estas elecciones han sido generalmente forzadas por las situaciones que nos ha tocado vivir. Finalmente, comenzamos a cuestionarnos sobre aquello que hemos hecho para sostenernos en una posición que nos hace padecer. Es sólo a partir de este punto que podremos determinar lo que nos toca hacer para poder salir de dicha posición.

Si algo define lo doloroso y difícil del proceso psicoterapéutico, es el cuestionarnos a nosotros mismos, porque implica cuestionar nuestra propia eficacia para conseguir lo que deseamos.

El psicoterapeuta no tiene respuestas mágicas, no tiene recetas, ni la llave para hallar la felicidad. Lo que ofrece al sujeto es ese espacio para encontrarse a sí mismo, para buscar eso que lo define genuinamente, para acercarlo a su deseo.

Nuestra responsabilidad como sujetos esta ahí, en sostener eso que constituye nuestro deseo, nuestra particularidad, en asumir el propio destino.

18.7.10

La elección de pareja


En el espacio psicoterapéutico se escuchan muchas frases que parecen repetirse. Una de ellas tiene que ver con una supuesta equiparación entre los hombres, y entre las mujeres.
Me refiero al consabido "todos los hombres son iguales", o a la trillada "ya se sabe cómo son las mujeres".
Lo curioso es que, en cada hablante, la frase se llena con contenidos disímiles.
En algún caso, la categorización masculina se dirige a que todos son violentos, o infieles, o babosos, o machistas, o indecisos, o mandones, o distantes, o... Las opciones se multiplican hasta el infinito.
En otros labios, la similitud femenina significa que todas las mujeres son controladoras, o sensibles, o blandas, o invasivas, o mentirosas, o cobardes, o... De nuevo un sinfín de características excluyentes entre sí.
Ser psicoterapeuta permite tener una tribuna donde escuchar lo más íntimo de las personas. Sin tapujos, con sinceridad. Y este quehacer permite desmontar todos estos prejuicios, porque en lo que cada quien cuenta, en la historia pasada y reciente de los individuos, se puede ver que hay hombres pacíficos, fieles, cercanos, débiles...
Que existen mujeres duras, respetuosas, sinceras, valientes...
Pero es real que cuando cada hablante usa la dichosa frase, ésta se sostiene en su particular experiencia, donde todos los hombres de su vida han sido violentos, o infieles. Igual en el caso contrario, todas las mujeres protagónicas han sido invasivas, o mentirosas.
Parece que la frase, entonces, está cortada, que se ha silenciado un trozo: "Todos los hombres son iguales... a mi padre". "Ya se sabe cómo son las mujeres... como mi madre".
Esa es la verdadera equiparación, comprobar que siempre que se elije, se busca repetir la figura del hombre o de la mujer tal y como se vivieron en la infancia.
Al final, la frase a medias, sin cursivas, es tranquilizadora. Porque exculpa.
No es que mi madre me haya invadido hasta la asfixia, o que me haya controlado hasta el punto de dejarme sin herramientas para hacerme con la vida. Es que todas son así.
No es que mi padre, con su violencia, me haya dañado; o que con su distancia me haya hecho sentir excluido. Es que todos son así.
Poder dar con una pareja diferente, que no repita hasta la extenuación un modelo que nos hace perpetuar el sufrimiento, pasa por reconocer a los padres en sus miserias.
De eso, precisamente, va la psicoterapia.

6.7.10

Vampiros

Este 27 de Junio "El País Semanal" publicaba la última entrega de su serie Testigo del horror, un espeluznante reportaje sobre Zimbabue.
El artículo hacía hincapié en la altísima incidencia del VIH en el país africano, una de las más altas del mundo, y además de referir diversas variables implicadas, señalaba algunos mitos que sostenían el contagio de la enfermedad.
En primer lugar, la consideración de la circuncisión como una medida protectora.
En segundo lugar, la creencia de que un hombre con VIH se cura manteniendo relaciones sexuales con una virgen o con un niño.
Cuando me topo con estas ideas no puedo dejar de vislumbrar la imagen del vampiro, aquel ser que se alimenta de sangre joven, que mata, que chupa, que devasta, a fin de perpetuar su eterna juventud.
Los vampiros no pertenecen sólo a la literatura y al cine, a libros como Drácula de Bram Stoker o películas como Nosferatu. Muchos de ellos están entre nosotros, son de carne y hueso y no son, ni mucho menos, inmortales.
Se reconocen por su sangre fría para dañar; por su incapacidad de reflejarse en los demás porque no conocen la empatía; y se alimentan de la vida de los otros: van dejando devastación y sufrimiento a su paso.
Un hombre que, bajo la creencia de su propia curación, es capaz de "pasarle" su mal a otro, a un niño o a una mujer, es, sin lugar a dudas, un vampiro.
El hecho de que una fantasía como esa se le ocurra a alguien,  el hecho de que puede extenderse y  darse por válida, confirma la existencia del vampirismo, del lado más oscuro de la naturaleza humana.
Pero existen otros vampiros: aquellos que establecen relaciones donde el otro se convierte en mera herramienta para su disfrute, deshumanizado y objetivizado, desprovisto de toda categoría de sujeto.
También quien goza explotando y maltratando a sus víctimas, llámense pareja, hijos, subalternos.
Ante seres así, lo mejor, estar fuera de su campo de acción. Porque con los vampiros mortales no valen crucifijos, ni la luz del sol. Viven menos, pero arrasan más.

29.6.10

LOS CELOS

Los celos, según el Diccionario de la Real Academia Española, pueden definirse como la “sospecha, inquietud y recelo de que la persona amada haya mudado o mude su cariño, poniéndolo en otra”.

Los celos, hablando en términos generales, son sentimientos naturales y están presentes desde muy temprano en la vida de todas las personas. Basta con pensar, por ejemplo, en las vivencias de un niño o niña cuando nace un hermano. En este caso, el temor del niño gira en torno a ser desplazado en el amor de los padres y a perder la relación de exclusividad que se tenía con los progenitores antes del nacimiento del nuevo niño. Del mismo modo, cuando en una relación se siente que el amor de la persona amada le ha sido quitado o está en peligro de serlo por otra persona, los celos aparecen.

En el primer caso, la intervención adecuada y oportuna de los padres ayudando a entender al primogénito que el amor que sienten por él no se verá afectado por la aparición de otro hijo, tiene como efecto que los celos disminuyan. Sólo la seguridad y la certeza de sentirse valorado, querido y estimado, proporcionadas por la calidad de estas primeras relaciones, tienen la fuerza suficiente para dotar al niño de los recursos psicológicos necesarios para enfrentar los avatares del terreno interpersonal.

A lo largo de la vida, las experiencias amorosas y la propia eficacia personal en otras áreas influyen también en la forma en que cada sujeto en particular se las arregla para manejar la posible aparición de los celos en sus relaciones con los otros.

Las pequeñas manifestaciones de celos en las parejas también pueden considerarse normales e incluso pueden ser tomadas por parte de la persona amada como una muestra de afecto: “me valora”, “tiene miedo de perderme”, “me quiere por eso me cela”.

Sin embargo, cuando los celos son permanentes e injustificados, van desgastando y perturbando la relación de pareja, porque tras ellos surgen los reproches y los reclamos. Así, escuchamos a las parejas de las personas celosas decir que los interrogatorios se han vuelto parte de la rutina diaria y que el celoso (o la celosa, según sea el caso) intenta controlar su libertad y movimientos. Por otra parte, la persona celosa exige constantemente lo que según su parecer serían demostraciones de amor incondicional por parte del ser querido y necesita reasegurarse permanentemente de su afecto.

Lo que usualmente descubrimos detrás de estas manifestaciones de celos es la profunda inseguridad que la persona celosa siente sobre su propia valía personal.

Celos y amor no son caras de una misma moneda. Es preciso entender por qué surgen los celos y qué los sostiene. Ambas interrogantes nos conducen hasta nuestro mundo interno y a lo que en términos de vinculación con los otros hemos construido. Las respuestas permitirán, sin duda, poder establecer sin cortapisas relaciones basadas en la confianza y el respeto.

18.6.10

Lo monstruoso

Hace uno días, la población se escandalizaba con la noticia de un niño fumador de 2 años de edad. Su imagen, la de un pequeño con juguetes y cigarrillo, recorría el mundo mostrándonos una instantánea terrible de lo monstruoso.
Este  mismo efecto se evoca  en la película Pequeña miss sunshine, donde aparecen niñas concursantes disfrazadas de mujeres, en una caricatura grotesca en la que los cuerpos desprenden una carga de sexualidad y banalidad que rechina.
¿Otra imagen? la de los niños-soldados, pequeños sosteniendo un fusil verdadero.
Siempre que se conjuga la infancia con un acto adulto, aparece lo monstruoso.
Hablamos entonces de infancias rotas. Pero ¿quién o quiénes sostienen el mazo que destroza?
En el caso de niño fumador, la prensa recogía las palabras del padre, que se quejaba de su tragedia: tener que gastar 4 dólares diarios para pagar el consumo del pequeño. De eso hablaba, del dinero.
En el caso de las niñas participantes en concursos de belleza, con tacones y maquillaje, atrás se vislumbra la imagen de unas madres cacareantes.
Los niños-soldados provienen de lugares en los que los padres no están o no ejercen.
La infancia es un período de construcción. Es entonces cuando se estructura lo que seremos. Y es una tarea compleja. Por eso es indispensable que existan unos adultos que se hagan cargo, que garanticen la supervivencia, que cuiden, que protejan, que permitan al niño ser niño.
El mazo que destroza siempre es sostenido por una mano adulta. Mano que no cuida, que no sostiene, que no protege.

11.6.10

El lado más oscuro del amor romántico

Lianne Smith optó por su pareja.
Cada vez que se vió en la tesitura de elegir, su alternativa primordial fue, sin duda, Martin Smith.
Incluso -o sobre todo- por encima de sus hijos.
La prensa ha recogido diferentes datos de esta tragedia en la que se conjugan todos los ingredientes de lo macabro: pederastia, infanticidio, intento de suicidio.
En 2007, cuando la hija de Lianne y una pareja anterior, acusó a su padrastro de abusos sexuales, la mujer se dió a la tarea de apoyar a Martin y preparar su defensa contra la nada desdeñable cifra de trece delitos perpretados contra su hija: seis abusos sexuales, seis violaciones y un intento frustrado de violación.
Pero la verdadera naturaleza de la relación de Lianne con sus hijos y con Martin se develó este 18 de Mayo, en el doble infanticidio perpetrado por la madre y en su fallido intento de suicidio.
¿Cómo llegó a esa brutal acción de asfixiar a sus hijos de 5 años y 11 meses?
Simplemente porque se quedó sin su pareja, apresado unos días antes.
Uno lee estas cosas y no puede dejar de concluir que el amor romántico puede ser monstruoso.
Su lado más oscuro tiene tintes característicos: La capacidad para cerrar toda visión y enfocar solamente la silueta del amado. La facultad de hacer depender la propia supervivencia de la presencia de ese otro querido. La exigencia de dejarlo todo en su nombre. Y suele acompañarse de la muerte como fiel compañero.
Existen múltiples estilos de vinculación.
Quien está mejor situado frente a sí mismo sabe que la pareja es un área más de la complejidad de la vida.
Quien se siente incompleto, busca su completud en el otro, llenando la falta interna con la presencia del compañero, y entonces ese otro, en lugar de ser alguien separado con quien se comparte la experiencia vital, se convierte en el centro mismo de la vida, dotándose de una fuerza que lo hace indispensable.
El estilo de vinculación se construye en la infancia, con las primeras relaciones. Por eso, en el espacio psicoterapéutico, la escucha de cómo son las relaciones tiene un peso primordial, para curar y reparar esa incompletud interna.
En estos casos, la cura es apremiante, porque más fuerte que el vínculo con los hijos, más potente que el instinto de supervivencia, el enfermo amor romántico devasta todo a su paso.

1.6.10

El dolor psíquico

En un magnífico artículo titulado “Hacer Sangre”, Elvira Lindo hace mención a una investigación que devela lo devastador que puede resultar para una persona el verse sometida a insultos o descalificaciones. En este sentido, escribe: “No hace falta que nos golpeen, con que nos insulten ya acusamos un dolor profundo”…“las personas que han sido reiteradamente maltratadas verbalmente tardan en recuperarse unos cinco años de las secuelas psicológicas”.

Quiero detenerme aquí, justamente para invitarlos a reflexionar sobre lo que implica el sufrimiento psicológico.

Ante el dolor físico, sea una herida accidental en el cuerpo (sobre todo si hay presencia de sangre) o una agresión física provocada, todos entendemos la seriedad de la situación y podemos quizá comprender también que, dependiendo de la intensidad del dolor, las secuelas de ese hecho no sólo quedan en el cuerpo, sino que además hay algo de eso que acontece en nuestro cuerpo que se registra en lo psicológico. A partir de allí podemos entonces comprender que, por ejemplo, alguien con diagnóstico de cáncer se sienta deprimido o ansioso.

Sin embargo, en lo que toca al sufrimiento psicológico propiamente dicho, no siempre resulta fácil deducir lo que éste comporta de seriedad para un sujeto, sobre todo cuando dicho sufrimiento es producto de situaciones poco evidentes o, en ocasiones, hasta intangibles (insultos, amenazas, descalificaciones, desprecios). Pareciera difícil concebir, por ejemplo, que alguien manifieste estar profundamente deprimido porque se siente “un fracasado”, o porque piensa que no es importante para otro, y, aun más allá, comprender que, basándose en estos argumentos, una persona decida en determinado momento acabar con su vida. Estos hechos nos asombran, parece existir la creencia de que lo que hay detrás de ellos es un sujeto débil, con poca fuerza de voluntad para hacerse cargo de la vida y de sus contrariedades.

Comprender que el sufrimiento psicológico tenga varias caras y razones, implica también entender que, como sujetos, estamos marcados por todo aquello que se nos dice, que de nosotros se dice, por aquello que los otros esperan de nosotros y también por aquello que nos hace sentirnos valorados, queridos o importantes. En suma, es entender que las palabras tienen un peso importante y decisivo en nuestra constitución como sujetos.

Por eso, es muy común escuchar en la consulta que, en situaciones de maltrato, resultan mucho más dolorosos los insultos y las vejaciones que los propios golpes. Resulta más difícil superar lo que implican esas palabras, en tanto nos han venido a significar y marcar como sujetos, de lo que resulta recuperarse de las lesiones y las heridas físicas.

27.5.10

El apoyo familiar

El 12 de mayo de este año, la prensa informaba acerca del estudio la importancia de la aceptación familiar para la salud física y mental de los jóvenes gays, lesbianas, transexuales y bisexuales desarrollado en San Francisco. Las conclusiones son aplastantes: el rechazo familiar por la identidad sexual multiplica por ocho el riesgo de suicidio. Es decir, que parte importante del futuro del jóven está escrito desde lo que la familia haga con  la noticia de su orientación sexual.
Aunque la investigación relacionaba familia y jóvenes en el ámbito de la sexualidad, la clínica enseña que en otras variables como autoestima, autoconcepto, psicopatología o fuerza yoica, el papel de la familia es fundamental.
Cuando en el espacio psicoterapéutico se escucha el sufrimiento humano, aunque la queja se ubique en el presente y en hechos puntuales de la cotidianeidad más cercana, siempre resuenan secuelas de la historia personal, y el apoyo, el rechazo, el abandono, la aceptación, el amparo o el amor que se hayan  vivido en la casa infantil se mantienen como sostenedores de la visión adulta y como formatos para, más adelante, enfrentar las dificultades diarias.  
Los padres son la primera referencia del mundo y los creadores del guión que nos explica como personas. Ese guión se reelerá a lo largo de los años y se repetirá en otros escenarios, en otros contextos.
Porque unos padres que han aceptado la particularidad de su hijo, que privilegian las características distintivas de éste como sujeto por encima de su deseo específico, acogerán cualquier noticia sobre la orientación sexual de su descendiente con aceptación.
Por el contrario, unos padres que anteponen su deseo por encima del de su hijo, que tienen un esquema fijo sobre quién debe ser éste, entenderán la orientación sexual o cualquier otra característica diferencial como una desviación y como una ataque.
Los hijos son nuestra hechura, pero no nuestra propiedad, y esto incluye todos los ámbitos: también la orientación sexual.

19.5.10

¿Debilidad?

Hace unos días, la prensa recogía el impresionante progreso médico de un trasplante de cara.  Rafael, que sufría una rara enfermedad que provoca el crecimiento de tumores benignos bajo la piel, había recibido el rostro de un donante y se mostraba ante los medios, algunos meses después de la exitosa intervención.
Uno lee estas cosas y se alegra de tener la suerte de vivir en este siglo, cuando cosas así, que parecen fantasías de cine (recordemos el film Face protagonizada por Nicolas Cage y John Travolta) son posibles.
Leyendo las diferentes síntesis del caso en distintos medios, me encontré con una frase que me llevó a la reflexión: según el diario Qué, la enfermera que atendió al paciente le halagó con estas palabras "Es un hombre muy valiente y muy fuerte, casi no ha necesitado ayuda psicológica"
El temor de los especialistas era que no se reconociera en su nuevo rostro, sin embargo, la reacción de Rafael ante el espejo fue positiva, con un tranquilizador "Soy yo". Qué bien...
No obstante, no deja de sorprenderme cómo casi en cualquier contexto el juicio sobre la llamada fortaleza psicológica suele estar presente, y de qué forma, el hecho de no buscar apoyo se califica como un dato positivo.
Si, por ejemplo, Rafael hubiese requerido o necesitara en el futuro atención psicoterapéutica más asidua, ¿significaría esto que es un hombre débil y cobarde? Pongámonos un minuto en su piel: has pasado años viendo cómo tu cara, la tarjeta de presentación más firme para el contacto con los demás, se va llenando de bultos que te van borrando las facciones,  y un día te ponen un rostro nuevo, sano, pero que no es el tuyo, y que tienes que ir convirtiendo en sostén físico de tu identidad.
Da vértigo. 
No creo que ante una experiencia similar la necesidad de ayuda psicológica pueda dar lugar al calificativo de debilidad.
Tampoco en otros escenarios entiendo como sinónimos búsqueda de ayuda y cobardía o debilidad.
Somos humanos, y las experiencias nos impactan, nos desbordan, nos remueven. Eso forma parte de nuestra naturaleza.

11.5.10

Ante la soledad

En un interesante artículo sobre la construcción social de la soledad, Manuel Cruz retoma la frase de Rousseau “Ser adulto es estar solo”, lo cual me condujo a reflexionar sobre un tema que suele estar muy presente en mi quehacer como Psicóloga.
Efectivamente, existen momentos en la vida que nos confrontan de manera súbita con un sentimiento difícil de sobrellevar, la soledad. Al hablar de soledad, no me refiero al hecho de estar sin compañía, sino a esa sensación abrumadora, sobrecogedora, de profundo pesar que en ocasiones nos invade y que encuentra como único referente nuestra propia intimidad.
Quienes hayan vivido la pérdida de un ser querido, la ruptura de una relación amorosa, la llegada a un país extraño como inmigrante o el fracaso de un proyecto de vida personal, seguramente sabrán a que me refiero y podrán dar cuenta de ese momento justo en que se toma conciencia de que lo que era ya no volverá a ser más, y también podrán atestiguar de que en ese momento y ante esa vivencia estamos realmente solos.
En otros períodos de la vida, esta emoción parece surgir paulatinamente llegando a ser una consecuencia inevitable y dolorosa del proceso de vivir. Así, al envejecer, muchos van perdiendo a los amigos e incluso la pareja; el anciano se percata de que ya los hijos no están ahí o que aun estando sus intereses y sus vidas están en otra parte. El que sobrevive, sin duda, se sabe solo. También llega el tiempo en que nos toca enfrentarnos, no sin cierto desamparo, al desfallecimiento de nuestro propio cuerpo.
Con esto no pretendo desestimar la importancia que tienen el apoyo y la compañía de los demás, llámense familiares o amigos, para ayudar a sobrellevar estos momentos difíciles. Lo que quiero enfatizar, es que puede suceder que a pesar de toda la solidaridad o empatía que pueda sentir una persona en estas circunstancias, le pueda resultar problemático sobreponerse a ello.
Reconocer que se está solo ante la soledad es el comienzo de un proceso interno, constante, a partir del cual se elaboran las pérdidas, y se da un nuevo sentido a la vida.

6.5.10

De prisa y corriendo

Los tiempos que corren son veloces, atropellados, rapidísimos. Todo urge y  casi siempre se está en riesgo de llegar tarde.
Es como caminar por los pasillos del metro: carreras, subidas y bajadas a toda prisa por las escaleras mecánicas, cuyo ritmo de movimiento se hace insuficiente.
También las soluciones quieren alcanzarse a todo correr: pastillas adelgazantes que prometen perder peso en tiempo récord; cremas rejuvenecedoras que aseguran resultados en pocos días; salidas terapéuticas mágicas ("Adiós a la ansiedad en sólo 5 sesiones", "Su duelo en 15 días, garantizado o le devolvemos su dinero")
También en la sanidad pública el especialista tiene un tiempo estipulado cada vez más corto para atender al paciente, un tiempo que no permite ni siquiere una exploración mínima. Por eso me gusta la doctora que, por azar, me ha tocado: siempre debo esperar largo tiempo, y escuchar las quejas del resto de pacientes que amenazan con cambiarse, pero cuando por fin me toca sentarme en su despacho, sé que me escuchará, que me mirará, que me palpará o auscultará, en fin, que hará su trabajo aunque no se ciña (¿cómo hacerlo?) al lapso planteado como el idóneo en términos burocráticos.
En el espacio psicoterapéutico se me ha hecho necesario incluir en el encuadre, es decir, en la organización de trabajo que se acuerda con el paciente y que incluye horario, frecuencia de las sesiones, honorarios... la idea de que el tratamiento es a largo plazo, que la mejoría no es instantánea ni lineal y que la psicoterapia se ajusta al tiempo psíquico, que no es, ni mucho menos, rápido.
Hay quien no lo tolera y sale corriendo del despacho. Muchos otros se quedan para trabajar.
No hay que olvidar que el espacio psicoterapéutico es un lugar para pensar en uno mismo, para explorarse, en el que el verdadero protagonista es el propio paciente y sus circunstancias.
Claro que si uno siempre corre, se atropella, se acelera, lo primero que queda atrás es uno mismo.